Con la intención de cumplir con lo dispuesto en el Código, en algunos de los edificios de la Ciudad construyeron rampas que más que facilitar el acceso, ponen en peligro la integridad física de los usuarios.
En la ciudad, podríamos hacer un catálogo con los modelos de rampas que tienen la intención de "cumplir" con esta ley.
Como suele suceder en muchos casos en los cuales no se tiene en cuenta el usuario, verdadero protagonista de la arquitectura, se ven resoluciones de todo tipo que lejos están de facilitarle la vida a aquellos que con una discapacidad transitoria o permanente deambulan por la ciudad y hacen uso de sus espacios cotidianamente.
Más que rampas, se trata de verdaderos toboganes, más dignos de un skater que de alguien que usa bastones, muletas o sillas de ruedas, con pendientes tan pronunciadas que en muchos casos, dejándose llevar por la inercia, podrían disparar al usuario "al medio de la calle". En otras, al llegar al final de la rampa se encuentra un pequeño "escalón", que por pequeño que parezca podría ocasionar dificultades y hasta accidentes. También hay pisos altamente resbaladizos o medidas que impiden el giro o espacios sin barandas o... La lista se hace larga, solo hace falta observar para seguir completando este catálogo.
Pero, ¿y los controles? La ley especifica detalladamente las características constructivas y técnicas que no aparecen en la mayoría de los casos que vemos en la realidad. Para los edificios y espacios nuevos no hay excusas y para los construidos antes de la citada Ley no siempre es sencillo, se requiere mayor desarrollo para una rampa que para una escalinata (el caso más común que necesita resolverse en el acceso a los edificios) Y los consorcios no siempre cuentan con presupuesto, entonces se observan los casos resueltos para "abaratar costos", que a la larga terminan siendo un gasto inútil, ya que no cumple la función para la cual fue destinado.
Para quienes conviven con su discapacidad, este tipo de soluciones resultan muy hostiles, ya que se trata de espacios que permanentemente ofrecen obstáculos, que requieren de energía corporal e intelectual extra a quienes podrían manejarse de manera autónoma si el espacio físico se los permitiera.
Son los edificios los que poseen la discapacidad de no poder recibir adecuadamente a todas las personas, dejando afuera proyectos de vida: la posibilidad de un niño de entrar a la escuela, de una pareja a un teatro, de un joven a capacitarse, de un amigo a visitar a otro, de hacer un tramite, o a entrar a una oficina a trabajar. Hechos tan simples y cotidianos que sin mencionarlos no llegaríamos a comprender lo que significan para quienes todos los días se encuentran con las cosas más sencillas fuera de su alcance.
Sin lugar a dudas podríamos mejorar la vida de muchas más personas de las que imaginamos, las de las propias personas con discapacidad y las de sus amigos o familiares, quienes día a día deterioran sus espaldas haciendo desmedidos esfuerzos empujando o levantando la silla de ruedas de sus seres queridos con el simple objetivo de entrar o salir de un lugar.
El espacio que proyectamos y habitamos seguramente puede ser mejor, en tanto y en cuanto intentemos hacerlo amable y habitable para todos.
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